lunes, 26 de enero de 2015

DESCARTES. NOTÍCIA : El yo es una ilusión que vive en una realidad virtual. Per Fco.J. Rubia (Fac. Medicina)

El yo es una ilusión que vive en una realidad virtual

 

 

Aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real


El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real. Muy probablemente, nuestro cerebro crea la experiencia del yo a partir de una multitud de experiencias. Hoy sabemos que todo lo que experimentamos se procesa en patrones de actividad neural que conforman nuestra vida mental. Y no tenemos ninguna conexión directa con la realidad exterior. Vivimos, pues, en una realidad virtual. Los colores, los sonidos, los gustos y los olores no existen ahí afuera, sino que son atribuciones de nuestra mente. Por Francisco J. Rubia.





Estamos tan familiarizados y satisfechos con la experiencia de nuestro yo que preguntarse si realmente ese yo existe parece como si fuese la pregunta de un retrasado mental. Y sin embargo la neurociencia moderna se plantea esa cuestión precisamente, a saber que el yo, como ya decía la filosofía hindú hace más de tres mil años, es maya, palabra del sánscrito que significa engaño, ilusión o lo que no es.

En la filosofía védica se acuñó la palabra Ahamkara, palabra compuesta de Aham, que significa “yo” y kara que designa todo aquello que ha sido creado. El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real.

Como dice la psicóloga británica Susan Blackmore, la palabra ilusión no significa que no exista, existe como fruto de la actividad cerebral que al parecer genera esa ilusión en nuestro propio beneficio.

Cuando nos levantamos por la mañana nuestro yo se despierta unido a la consciencia. Vuelven los recuerdos del día anterior y los planes para el futuro. En una palabra: nos convertimos en esa persona que identificamos con la palabra “yo”. Todos nosotros tenemos la impresión subjetiva de que dentro de nosotros se esconde la persona que llamamos “yo” y que recibe todas las sensaciones, toma todas las decisiones, recapacita, planifica, aprueba o rechaza. Es como una especie de homúnculo que controla todas las funciones cerebrales. 

Teatro cartesiano

El filósofo estadounidense Daniel Dennett llamó a este proceso el Teatro Cartesiano, es decir, una especie de quimera de que en alguna parte del cerebro existe un lugar donde todos los sucesos mentales convergen y son experimentados.

En el siglo XVIII, el filósofo escocés David Hume ya dijo que no había ninguna prueba de que ese lugar existiese. Además se ha argumentado que la existencia de un homúnculo requeriría otro homúnculo dentro del primero y así sucesivamente.

David Hume decía: “Por mi parte, cuando entro más íntimamente en lo que llamo mí mismo (myself) siempre tropiezo con alguna percepción particular de calor o frío, luz o sombra, amor u odio, dolor o placer. En ningún momento puedo nunca cogerme a mí mismo sin una percepción, y nunca puedo observar nada excepto la percepción. Cuando desaparecen mis percepciones por algún tiempo, como cuando estoy profundamente dormido, durante tal tiempo estoy insensible a mí mismo y puede en verdad decirse que no existo”.

Como vemos, para Hume el yo no es más que un haz de percepciones. Veinticuatro siglos antes Gauthama Buda había llegado a la misma conclusión.

La hipótesis del alma

Naturalmente existe la hipótesis de un ente inmaterial, al que se le ha llamado alma, que controlaría todas las funciones cerebrales. El problema es que con ella no resolvemos nada.

Primero, porque el dualismo cartesiano siempre tuvo problemas para explicar cómo un ente inmaterial es capaz de mover la materia cerebral sin tener energía, lo que violaría las leyes de la termodinámica. En segundo lugar, porque la hipótesis del alma nos da una explicación, pero invalida cualquier investigación ulterior ya que la creencia en ella hace superfluo cualquier esfuerzo por conocer cuáles son las razones y los mecanismos de lo que hemos llamado la ilusión del yo.

Además, la hipótesis del alma no es una hipótesis científica porque no es ni confirmable ni falsable, siguiendo los criterios del filósofo austriaco Karl Popper.

No tenemos ninguna prueba de la existencia de algo permanente en nosotros mismos. Todo lo que nos rodea y todo lo que somos, biológicamente hablando, es efímero y perecedero.

Si el yo es la suma de nuestros pensamientos y acciones, entonces ese yo es fruto de la actividad cerebral. Lesiones cerebrales graves pueden producir un cambio de personalidad, y el mismo efecto puede tener lugar con la ingesta de drogas.

A pesar de que el yo sea un producto cerebral, no existe ningún lugar en el cerebro en el que pueda localizarse. Muy probablemente, nuestro cerebro crea la experiencia del yo a partir de una multitud de experiencias, tanto las que llegan a través de nuestros sentidos como las que hemos almacenado en nuestra memoria.

Sabemos que el cerebro construye un modelo del mundo exterior y que teje las experiencias para formar una historia coherente que le permita interpretar y predecir futuras acciones.

Generamos una simulación del mundo exterior para anticipar lo que vamos a hacer en él en el futuro y, de esa manera, asegurar la supervivencia. Esa sería la razón por la que preferimos
un modelo de la realidad antes que la realidad misma.

Desconectados de la realidad

No tenemos una conexión directa con la realidad, como ya dijo el filósofo alemán Immanuel Kant. Kant afirmaba que incluso antes de que haya un pensamiento, antes de que podamos conocer algo sobre el mundo o sobre nosotros mismos, tiene que haber un yo unificado como sujeto de la experiencia. Colocó ese yo unificado y primordial en el centro de su propia filosofía y argumentaba que ese yo interno creaba coherencia y prestaba ayuda a nuestra experiencia y nuestra percepción.

Hoy sabemos que todo lo que experimentamos se procesa en patrones de actividad neural que conforman nuestra vida mental. Y no tenemos ninguna conexión directa con la realidad exterior. Vivimos, pues, en una realidad virtual.

La filosofía hindú también considera la realidad exterior como maya, ilusión. Ya en el pasado se conocía que las llamadas cualidades secundarias dependían del sujeto que las experimentaba, como afirmaba Descartes. Y el filósofo napolitano Giambattista Vico lo expresa claramente en su libro La antiquísima sabiduría de los italianos de la manera siguiente: “si los sentidos son facultades, viendo hacemos los colores de las cosas, degustándolas sus sabores, oyéndolas sus sonidos, y tocándolas, hacemos lo frío y lo caliente”.

El filósofo empirista irlandés, el obispo George Berkeley, decía que sólo conocemos lo que percibimos, de manera que sus contemporáneos discutieron si cuando caía un árbol en el bosque y nadie estuviera presente para escucharlo haría algún ruido.

Por lo que hoy sabemos no habría ningún ruido, ya que el sonido no es ninguna cualidad de la realidad absoluta, sino sólo de la nuestra. Los colores, los sonidos, los gustos y los olores no existen ahí afuera, sino que son atribuciones de nuestra mente.

Ahí afuera no existen más que radiaciones electromagnéticas de distintas longitudes de onda que incidiendo sobre nuestros receptores producen potenciales eléctricos, los potenciales de acción, que son todos iguales provengan del ojo, del oído, del gusto, del olfato o del tacto.

Es en las distintas regiones de la corteza donde se atribuyen las cualidades secundarias. De ahí que la lesión de la región cortical donde se procesa la visión cromática tenga como resultado que el paciente se vuelva acromático y no sólo no vea colores, sino que ni siquiera sueñe con ellos.

En la construcción de ese mundo interior, si falta alguna información, el cerebro la suple para generar una historia plausible aunque no sea completamente exacta. 

El cerebro crea el yo consciente

De la misma manera, el cerebro crea el yo consciente, aunque aún no sepamos cómo, y a partir de la actividad neuronal se pasa a un concepto tan abstracto como ese.

El yo sería una construcción ilusoria que aísla al sujeto de su entorno haciéndole creer que tiene una autonomía que no es real.

Tanto lo que llamamos yo como la consciencia son construcciones cerebrales que encierran el gran problema de la neurociencia, a saber, cómo se pasa de la actividad neuronal a las impresiones subjetivas. Es lo que el filósofo australiano David Chalmers ha llamado el “problema difícil” de la consciencia. El paso de lo objetivo a lo subjetivo.

¿Qué sentido tendría esa ilusión del yo? Se ha argumentado que la razón es simplemente la función de predecir la conducta de los otros. Si creo que dentro de mí existe una persona que se comporta como cualquier otra, puedo predecir el comportamiento de los demás observando esa persona dentro de mí. La autoconsciencia sería, pues, el invento del yo para saber qué harán los otros.

El neurólogo indio afincado en Estados Unidos Vilayanur Ramachandran cree que el yo no es una propiedad holística de todo el cerebro, sino que surge de la actividad de series de circuitos que están distribuidos por todo el cerebro e interconectados entre sí.

El pionero de la inteligencia artificial, Marvin Minsky, dice que la auto-consciencia es un segundo mecanismo paralelo desarrollado para generar representaciones de otras representaciones más antiguas.

Y el psicólogo inglés, Nicholas Humphrey, supone que nuestra capacidad de introspección puede haberse desarrollado específicamente para construir modelos de la mente de otras personas para poder predecir su conducta.

Esta última afirmación nos llevaría a relacionar la auto-consciencia con las neuronas espejo, que nos permiten “reflejar” en el cerebro actos motores, pero también emociones e intenciones de los demás. En esto también está Ramachandran de acuerdo.

¿Sólo un yo?

Habría que preguntarse si existe sólo un yo. No hace tanto tiempo se buscaba afanosamente la memoria, asumiendo que era una sola entidad. Hoy sabemos que hay distintos tipos de memoria con distintas localizaciones en el cerebro.

Lo mismo ha ocurrido con la inteligencia, y hoy se definen varios tipos de inteligencia. Por ello hay que preguntarse si no ocurrirá lo mismo con el yo.

Ramachandran habla, por ejemplo, de diversos yos, o al menos de distintos aspectos del yo, como por ejemplo el sentido de unidad, la multitud de sensaciones y creencias, el sentido de la continuidad en el tiempo, el control de las propias acciones (esto último relacionado con el tema de la libertad o libre albedrío), el sentido de estar anclado en el cuerpo, el sentido de la propia valía, dignidad y mortalidad o inmortalidad.

Cada uno de estos aspectos puede estar mediado por centros diferentes en distintas partes del cerebro y que, por conveniencia, los agrupamos a todos en una sola palabra: yo. Precisamente el aspecto más extraño de todos: el ser consciente de uno mismo es lo que Ramachandran supone que depende de las neuronas espejo.

Hay casos clínicos que muestran que existen muchas regiones cerebrales que juegan un papel en la creación y mantenimiento del yo, pero no existe ningún centro en donde se reúna todo físicamente.

Aparte del lóbulo frontal, donde se descubrieron estas neuronas por vez primera, existen numerosas neuronas espejo en el lóbulo parietal inferior, una estructura que ha experimentado una gran expansión en los grandes simios y en el hombre.

Esta región se dividió en dos giros: el giro supramarginal que nos permite “reflejar” nuestras acciones anticipadamente, y el giro angular, que nos permite “reflejar” nuestro cuerpo, en el hemisferio derecho, y otros aspectos sociales y lingüísticos del yo en el hemisferio izquierdo.

La hipótesis de la relación de estas neuronas con la auto-consciencia supondría que utilizamos las neuronas espejo para mirarnos a nosotros mismos como si alguien lo estuviera haciendo. Y el mismo mecanismo que se desarrolló para adoptar el punto de vista de otro se volvió hacia adentro para mirar el propio yo. De manera que “auto-consciente” sería ser consciente de otros siendo consciente de mí mismo.

El yo como construcción cerebral

Que el yo unificado puede ser una construcción cerebral lo muestran los experimentos realizados por Roger Sperry (Nobel 1981) y Michael Gazzaniga en sujetos con cerebro escindido o dividido.

En pacientes que sufrían de epilepsia, con un foco en un hemisferio, y para evitar que se crease un “foco especular” en el otro hemisferio, cirujanos norteamericanos hace unas décadas seccionaban el cuerpo calloso e incluso en algunos pacientes también la comisura anterior.

Los experimentos mostraron que al hacerlo los cirujanos partieron literalmente en dos el yo, ya que aparecieron dos personas distintas con gustos y aficiones diversas y a veces contradictorias. En estos pacientes podía ocurrir que una mano abriese un cajón y la otra intentase cerrarlo.

Preguntado el hemisferio no parlante de uno de estos sujetos, generalmente el derecho, que qué profesión quería ejercer en el futuro, respondió, mediante la utilización de letras del juego Scrabble, que quería ser corredor de fórmula uno, cuando el hemisferio parlante había siempre afirmado querer ser diseñador gráfico. Y el neurólogo Ramachandran tuvo un paciente que respondía con el hemisferio izquierdo creer en Dios y con el hemisferio derecho ser ateo.

La división de las conexiones entre los dos hemisferios había creado un segundo yo hasta ahora desconocido porque el yo del hemisferio dominante o parlante se había considerado el único. 

Imagen: Argus.
Imagen: Argus.
Resultados sorprendentes

Uno de los resultados más sorprendentes de estos experimentos fue la capacidad de interpretación del hemisferio izquierdo de la conducta iniciada por el hemisferio derecho.
Si se le enviaba una señal al hemisferio derecho que decía “andar”, el sujeto se ponía en marcha. Y preguntado el sujeto verbalmente que por qué lo hacía, el hemisferio izquierdo parlante respondía que iba a buscar una coca-cola, cualquier otra excusa o simplemente que tenía ganas de hacerlo.

Este fenómeno es algo parecido a lo que ocurre cuando se hipnotiza a una persona y se le ordena, ya hipnotizado, que ande a cuatro gatas por la alfombra. Si en ese momento el hipnotizador lo despierta y le pregunta qué hace andando a cuatro gatas, el sujeto puede responder que porque se le había caído una moneda.

El hemisferio izquierdo, cuando no conoce las razones de la conducta del organismo, se inventa una historia plausible para interpretarla. En otras palabras: para ese yo del hemisferio izquierdo una historia plausible, pero falsa, es mejor que ninguna.

Esta capacidad que llevó a su descubridor Michael Gazzaniga a llamar al cerebro dominante “el intérprete” se ve aún más claro en el siguiente experimento.

Si se le proyecta a uno de estos pacientes un paisaje nevado al hemisferio derecho y la cabeza de una gallina al hemisferio izquierdo y luego se le pide que elija con cada mano entre varias imágenes que se les proyecta la que estuviese más relacionada con lo que habían visto, la mano derecha, controlada por el hemisferio izquierdo, elegía una gallina, y la mano izquierda, controlada por el hemisferio derecho, una pala.

Pero si se le preguntaba al paciente que por qué había elegido con la mano izquierda una pala respondía que para limpiar la porquería del gallinero.

Engaños cerebrales

Para el yo izquierdo, repito, es mejor tener una historia plausible, aunque sea falsa, que no tener ninguna. La capacidad de suplir información que falta por parte del cerebro es lo que constituye los engaños tanto ópticos como de otro tipo a los que estamos acostumbrados.

Pensemos, por ejemplo, cómo el cerebro cubre la información que falta en aquella parte de la retina que no tiene receptores visuales por la salida del nervio óptico, es decir, la mancha ciega que no se traduce en un escotoma en el campo visual.

Antes hablamos de casos clínicos en los que se produce una fragmentación del yo o la pérdida de uno de sus aspectos.

Uno de estos casos es la asomatognosia, o la falta de reconocimiento de una parte del cuerpo, que suele ocurrir tras una apoplejía con extensas lesiones de la corteza cerebral. La asomatognosia es una fragmentación del yo.

Otro ejemplo es el síndrome de negligencia hemiespacial, que ocurre por lesiones del lóbulo parietal derecho, en el que el paciente ignora, o más bien no atiende, a la mitad izquierda de su campo visual.

Otro síntoma que afecta al yo personal es la anosognosia, o negación de la enfermedad. Un caso especial de anosognosia es el síndrome de Anton, o inconsciencia de la ceguera. Gabriel Anton describió uno de los primeros ejemplos de falta de consciencia de la ceguera en 1899.

Generalmente, las tres condiciones: asomatognosia, negligencia hemiespacial y anosognosia suelen ocurrir juntas por lesiones del hemisferio derecho.

Límites del yo personal

Los límites del yo personal son más dinámicos que rígidos. Hay cosas ego-cercanas, como el propio cuerpo, la mujer o el marido, los miembros de la familia. Por otra parte, los objetos que no tienen un significado especial para nosotros son considerados ego-distantes.

Ejemplos de alteraciones de las relaciones del yo son los fenómenos conocidos como déjà vu y jamais vu, o sea ya visto y jamás visto, en los que el paciente tiene la impresión de haber visto ya algo que no ha podido ver antes, o lo contrario, la impresión de no haber visto nunca algo que sí conoce. Esto está en relación con el sentido de familiaridad, sentido emocional que depende del sistema límbico, concretamente de la amígdala.

El individuo sano tiene una relación integrada y normal con el mundo. Nuestras relaciones con el mundo y con otras personas están en un equilibrio delicado y ese equilibrio se mantiene de manera automática e inconsciente. No somos conscientes de él hasta que no es violentado.

En 1923, el psiquiatra francés Jean-Marie Joseph Capgras describió un caso, el de Madame M., una mujer de 53 años que se quejaba que impostores habían sustituido a su marido, a sus hijos e incluso a ella misma. Su marido había sido asesinado y los impostores lo habían sustituido por otra persona. A este fenómeno lo llamó “l’illusion de sosies’.

Sosia es en español una persona que se parece tanto a otra que es confundida con ella. El nombre proviene de la mitología griega en la que se cuenta la historia de Zeus que se transformó físicamente en la persona de Anfitrion para seducir a su mujer Alcmena. Temeroso de que la criada de Alcmena, Sosia, la alertase del engaño, hizo que Hermes se convirtiese en Sosia. El engaño tuvo éxito y Alcmena dio a luz a dos mellizos: uno, hijo de Zeus: Hércules; el otro, hijo de Anfitrion: Iphicles. De ahí que el nombre sosie signifique en francés doble.

El síndrome de Capgras está probablemente generado por la pérdida de la conexión entre el reconocimiento de caras, localizado en el giro fusiforme, y el sistema límbico, especialmente la amígdala, que le da significación emocional a los estímulos sensoriales. El paciente reconoce las caras, pero no son familiares para él, por lo que supone que son impostores o dobles.

Cuatro años tras la publicación del síndrome de Capgras, dos médicos franceses, Courbon y Fail, publicaron un artículo titulado: “El síndrome de la ilusión de Frégoli y la esquizofrenia”. Courbon y Fail le dieron este nombre por Leopoldo Frégoli, famoso actor italiano en Francia por su extraordinaria capacidad de imitación. Estos pacientes encontraban a personas a su alrededor conocidas, aunque nunca las habían visto antes, es decir, lo contrario que los pacientes con síndrome de Capgras. El síndrome de Frégoli puede interpretarse como una super-relación con otras personas y en ese sentido se parece al fenómeno del déjà vu.

Un yo maleable

Los límites del yo son maleables, no son rígidos. Al yo se le ha comparado con una ameba que cambia su forma y sus márgenes. Un ejemplo de ello es lo que ocurre con los experimentos que utilizan una mano de goma. Si se oculta la mano izquierda de un sujeto y se acarician simultáneamente la mano izquierda y la mano de goma con un punzón o pincel, al cabo de unos minutos el sujeto siente que la mano de goma forma parte de su cuerpo. La fusión de la información táctil y visual en el cerebro crea esa ilusión.

Las memorias de todas las experiencias de la vida son muy importantes para la creación y mantenimiento del yo.  Nuestra identidad es la suma de nuestros recuerdos, pero esos recuerdos se modifican por el contexto en el que se producen y, a veces, simplemente son confabulaciones. Con otras palabras: no podemos fiarnos completamente de ellos, de manera que el propio yo queda en entredicho. Por otra parte, sin un sentido del yo los recuerdos no tienen ningún sentido y, sin embargo, ese yo es un producto de nuestros recuerdos.

Dos tipos de yo

Personalmente pienso que existen al menos dos tipos de yo o de consciencia: una a la que llamo “consciencia egoica”, que es la consciencia normal que solemos tener en la vigilia, aunque haya también diversos niveles, y que se caracteriza por un pensamiento dualista característico de nuestra capacidad lógico-analítica. Y una segunda consciencia que llamo “consciencia límbica” que es la que nos permite acceder a una especie de “segunda realidad”, que es a la que llega el chamán, o el místico, mediante ciertas técnicas y que genera la sensación de trascendencia.

La llamo consciencia límbica porque se debe a la hiperactividad de determinadas estructuras límbicas que se encuentran en la profundidad del lóbulo temporal. Su estimulación eléctrica o magnética es capaz de producir experiencias llamadas espirituales, religiosas, numinosas o de trascendencia. Ambas consciencias son antagónicas y una condición para que se produzca esta última es la anulación de la consciencia egoica, algo que conoce hace siglos la filosofía oriental.

Es de suponer que la consciencia egoica es dependiente de estructuras cerebrales filogenéticamnete más modernas, como la corteza prefrontal y la corteza cingulada anterior, mientras que la consciencia límbica supone la dependencia de estructuras más antiguas pertenecientes al cerebro emocional o sistema límbico.

En resumen: el yo, como construcción cerebral, no tiene una localización exacta en el cerebro y es posible que existan distintos tipos de yo o de consciencia. Sus límites no son fijos y tanto ciertos experimentos como la patología nos muestra su fragilidad. Llama la atención el hecho de que atribuyamos al yo la mayoría de la actividad cerebral, cuando en realidad el yo racional es una instancia tardía en comparación con el inconsciente que gobierna la inmensa mayoría de nuestra actividad cerebral al servicio de la supervivencia.

Falta conocer por qué es generado ese yo unificado por el cerebro, y cuál es su función.



Francisco J. Rubia Vila es Catedrático de la Facultad de Medicina de la Universidad Complutense de Madrid, y también lo fue de la Universidad Ludwig Maximillian de Munich, así como Consejero Científico de dicha Universidad. Texto de la conferencia pronunciada por el autor en la Real Academia Nacional de Medicina (Madrid) el 7 de mayo de 2013.  La conferencia puede seguirse también en video   y se publicó originalmente en el Blog Neurociencias  que el autor edita en Tendencias21.

Bibliografía:

Dennett, D. Consciousness explained.Little Brown and Co.Boston, 1991

Feinberg, T. E. Altered Egos. How the Brain Creates the Self. Oxford University Press. Oxford, 2001

Hood, B. The Self Illusion: Why There es no “You” Inside Your Head. Constable & Robinson Ltd. London, 2012

Metzinger, T. The Science of the Mind and the Myth of the Self. Basic Books. New York, 2009

Webgrafia:
http://www.tendencias21.net/El-yo-es-una-ilusion-que-vive-en-una-realidad-virtual_a18164.html

DESCARTES: Proves dʼAccés a la Universitat. Curs 2011-2012 Història de la filosofia

Proves dʼAccés a la Universitat. Curs 2011-2012

Història de la filosofia

DESCARTES

Observo que entre la ment i el cos hi ha una gran diferència en el fet que el cos per la seva naturalesa és divisible, i la ment és completament indivisible. En efecte, quan considero la ment, és a dir, a mi mateix només com una cosa que pensa, no en puc distingir cap part, sinó que em concebo com una cosa única i íntegra. I encara que sembla que tota la ment està unida a tot el cos, si perdés un peu, un braç o qualsevol altra part del cos, sé que no per això se suprimiria cap part de la ment. I de les facultats de voler, de sentir, d’entendre, etc., no se’n pot dir pròpiament parts, perquè és una i la mateixa ment la que vol, sent, entén, etc. Però amb les coses materials o extenses passa tot el contrari: ja que no n’hi ha cap que no es pugui dividir fàcilment en parts amb el pensament, i per això entenc que és divisible. I això bastaria per a ense -
nyar-me que la ment és del tot diferent del cos, si no ho sabés ja d’abans. 
René DESCARTES. Meditacions metafísiques, VI


1. Expliqueu breument (entre seixanta i cent paraules) les idees principals del text i
com hi apareixen relacionades.
[2 punts]

2. Expliqueu breument (entre cinc i quinze paraules en cada cas) el significat que
tenen en el text els mots o les expressions següents:
[1 punt]
a) «ment»
b) «coses materials o extenses»

3. Expliqueu i justifiqueu per què afirma René Descartes en el text: «I això bastaria per
a ensenyar-me que la ment és del tot diferent del cos, si no ho sabés ja d’abans». (En
la resposta, us heu de referir als aspectes del pensament de Descartes que siguin pertinents, encara que no apareguin explícitament en el text.)
[3 punts]


4. Compareu la concepció de l’ésser humà de Descartes amb una altra concepció de
l’ésser humà que es pugui trobar en la història de la filosofia occidental.
[2 punts]


5. Expliqueu si esteu d’acord o en desacord amb l’afirmació següent: «Una persona és
idèntica al seu cos». Responeu d’una manera raonada.
[2 punts]

Pel·lícula recomanada:


"Johnny cogió su fusil es una película dramática dirigida por Dalton Trumbo basada en su propia novela Johnny Got His Gun. Es claramente antibelicista y contiene una fuerte defensa de la eutanasia...
La banda de thrash metal Metallica se basó en esta obra para crear una de sus mayores canciones, One. Tanto la letra como el vídeo aluden al film de Jonnhy cogió su fúsil y, más detalladamente, uno de los vídeos que la banda grabó del tema,  muestra a los componentes en blanco y negro tocando en un almacén mientras se intercalan imágenes y diálogos de la película." 


WEBGRAFIA:
http://www.youtube.com/watch?v=mY6wgogonH8
http://es.wikipedia.org/wiki/Johnny_got_his_gun_(pel%C3%ADcula)
https://www.youtube.com/watch?v=WM8bTdBs-cw

DESCARTES: MEDITACIONS METAFÍSIQUES. MEDITACIÓ SISENA (PAU)

DESCARTES
MEDITACIONS METAFÍSIQUES 


MEDITACIO SISENA 

De l’existència de les coses materials i de la distinció real entre l’ànima i el cos de l’home. 

(Si hi ha coses materials)

No em resta ara més que examinar si hi ha coses materials: i certament si més no sé ara l’objecte de les demostracions de geometria, vist que d’aquesta manera les concebo forca clarament i forca distintament. Car no hi ha cap dubte que Déu no tingui el poder de produir totes les coses que jo sóc capaç; de concebre amb distinció; i no he jutjat mai que li fos impossible de fer alguna cosa, llevat de quan trobava contradicció a poder concebre-la bé. A més, la facultat d’imaginar que és en mi, i de la qual veig per experiència que em serveixo quan m’aplico a la consideració de les coses materials, és capaç de persuadir-me de la seva existència: car, quan considero atentament què és la imaginació, trobo que no és altra cosa que una certa aplicació de la facultat que coneix al cos que li és íntimament present i, per tant, que existeix . 

(Diferència entre la imaginació i la intel·lecció) 


I per fer això més manifest faig notar primer la diferència que hi ha entre la imaginació i la pura intel·lecció o concepció. Per exemple, quan imagino un triangle, no el concebo pas solament com una figura composta i que compren tres línies, sinó que, a més d’això, considero aquestes tres línies com a presents per la força i aplicació interior del meu esperit ; i és això pròpiament el que anomeno imaginar. Que si vull pensar en un quilògon concebo ben de veritat que és una figura de mil costats, tan fàcilment com concebo que un triangle és compost de tres costats solament; però no puc imaginar pas els mil costats d’un quilògon, com faig els tres d’un triangle, ni, per dir-ho així, mirar-los com a presents amb els ulls del meu esperit. I encara que, tot seguint el costum de la meva imaginació, quan penso en les coses corporals, s’esdevé que concebent un quilògon em represento confusament alguna figura, tanmateix és molt evident que aquesta figura no és un quilògon, puix que no difereix pas de la que em representada si pensés en un miriàgon, o en qualsevol figura de molts costats; i que no serveix de cap manera per a descobrir les propietats que fan la diferencia del quilògon amb altres polígons. 

Que si és qüestió de considerar un pentàgon, és ben cert que puc concebre la seva figura, tan bé com la d’un quilògon, sense el concurs de la imaginació; però la puc també imaginar aplicant l’atenció del meu esperit a cadascun deis seus cinc costats, i tot junt també amb l’àrea, o l’espai que tanquen. Així conec que tinc necessitat d'una particular contenció de l'esperit per a imaginar, de la qual no em serveixo gens per a concebre; i aquesta particular contenció de l’esperit mostra evidentment la diferència que hi ha entre la imaginació i la intel·lecció o concepció pura . 

M’adono a més d’això que aquesta virtut d’imaginar que és en mi, en tant que difereix de la potencia de concebre, no és de cap manera necessària a la meva natura o essència, és a dir, a l’essència del meu esperit. I concebo fàcilment que si existeix algun cos, al qual el meu esperit sigui conjuntat i unit de manera que es pugui aplicar a considerar-lo quan li plagui, es pot esdevenir que per aquest mitjà imagini les coses corporals: de manera que aquesta manera de pensar difereix solament de la pura intel·lecció, en que l’esperit en concebre es gira d’alguna manera cap a si mateix, i considera alguna de les idees que hi ha en ell; però imaginant es gira vers el cos, i hi considera alguna cosa conforme a la idea que té formada per si mateix o que ha rebut pels sentits. Concebo, dic, fàcilment, que la imaginació es pot fer d’aquesta manera, si és veritable que hi ha cossos; i perquè no puc trobar cap altra via per explicar com es fa, conjecturo d’aquí probablement que n’hi ha; però això només probablement, i encara que examini acuradament totes les coses, no trobo tanmateix que d’aquesta idea distinta de la natura corporal, que tinc en el meu esperit, pugui treure cap argument que conclogui amb necessitat l’existència d’algun cos. 

Ara bé, m’he acostumat a imaginar moltes altres coses, ultra aquesta natura corporal que és l’objecte de la geometria, és a dir, els colors, els sons, els sabors, el dolor, i d’altres coses semblants, encara menys distintament. I en tant que percebo molt millor aquestes coses pels sentits, mitjançant els quals, i de la memòria, semblen ésser arribades fins a la meva imaginació, crec que, per examinar-les més còmodament, s’escau que examini al mateix temps què és sentir, i que vegi si de les idees que rebo en el meu esperit per aquesta manera de pensar, que anomeno sentir, puc treure alguna prova certa de l’existència de les coses corporals. 

(Què podem saber amb certesa de les coses materials) 


I primerament duré a la meva memòria quines són les coses que fins aquí he tingut per veritables, com havent-les rebudes pels sentits, i sobre quins fonaments estava recolzada la meva creença. I després examinaré les raons que més tard m’han obligat a revocar-les al dubte. I, en fi, consideraré què n’haig de creure ara.

Primerament doncs he sentit que tenia un cap, unes mans, uns peus, i tols els altres membres dels quals és compost el cos que considerava com una part de mi mateix, o potser també el tot. A més he sentit que aquest cos eslava situat entre molts d’altres, deis quals era capaç de rebre diverses comoditats i incomoditats, i notava aquestes comoditats per un cert sentiment de plaer o voluptuositat, i les incomoditats per un sentiment de dolor. I, ultra aquest plaer i aquest dolor, sentia també en mi la fam, la set, i d’altres apetits semblants, com també certes inclinacions corporals cap a la joia, la tristesa, la colera, i d’altres passions semblants. I a fora, ultra l’extensió, les figures, els moviments deis cossos, notava en ells la duresa, la calor i totes les altres qualitats que cauen sota el tacte. A més jo hi notava la llum, els colors, les olors, els sabors i els sons, la varietat deis quals em donava el mitja de distingir el cel, la terra, la mar, i generalment tots els altres cossos uns dels altres.

 I certament, considerant les idees de totes aquestes qualitats que es presentaven al meu pensament, les quals soles sentia pròpiament i immediatament, no era pas sense raó que creia sentir coses completament diferents del meu pensament, és a dir, cossos d'on precedien aquestes idees. Car jo experimentava que es presentaven a ell, sense que hi fos requerit el meu consentiment, de manera que no podia sentir cap objecte, per voluntat que en tingues si no es trobava present a l’òrgan d’un dels meus sentits; i no era de cap manera en el meu poder no sentir-lo, quan s’hi trobava present. I perquè les idees que rebia deis sentits eren molt més vives, més expresses, i fins i tot a llur manera més distintes que les que jo mateix podia fingir per mi mateix, o be que trobava impreses en la meva memòria, semblava que no podien procedir del meu esperit; de manera que era necessari que fossin causades en mi per algunes altres coses. No tenint d’aquestes coses cap coneixement, sinó aquell que em donaven aquestes mateixes idees, no podia venir cap altra cosa a l’esperit, sinó que aquestes coses eren semblants a les idees que causaven.

I perquè recordava també que m’havia servit més aviat deis sentits que de la raó, i que reconeixia que les idees que formava de mi mateix no eren pas tan expresses com aquelles que rebia pels sentits, i fins i tot que eren molt sovint compostes de parts d’aquestes, em persuadia fàcilment que no tenia cap idea al meu esperit236 que no hagués passat abans pels meus sentits. 

No era tampoc sense raó que creia que aquest cos (el qual per un cert dret particular anomenava meu) em pertanyia més pròpiament i més estretament que no pas un altre. Car en efecte no en podia estar separat mai com d’altres cossos; sentia en ell i per ell tots els meus apetits i les meves afeccions; i en fi era tocat pels sentiments de plaer i dolor en les seves parts, i no pas en les d’altres cossos que en són separats. 

Però quan examinava per que a no sé quin sentiment de dolor segueix la tristesa en l’esperit, i del sentiment de plaer neix la joia, o be per què aquesta no sé quina emoció en l’estómac, que anomeno fam ens fa tenir desig de menjar, i la sequedat de la gola ens fa tenir desig de beure, i així la resta, no en podia donar cap raó, sinó que la natura m’ho ensenyava així, car no hi ha del cert cap afinitat ni cap lligam (si més no que jo pugui comprendre) entre aquesta emoció de l’estómac i el desig de menjar, ni tampoc entre el sentiment de la cosa que causa el dolor, i el pensament de tristesa que fa néixer aquest sentiment. I de la mateixa manera em semblava que havia aprés de la natura totes les altres coses que jutjava respecte dels objectes deis meus sentits; perquè m’adonava que els judicis que tenia el costum de fer d’aquests objectes es formaven en mi abans que tingues el lleure de pesar i considerar quines raons em podien obligar a fer-los. 

(Dubtes) 

Però després moltes experiències han arruïnat a poc a poc tota la creença que havia afegit als sentits. Car he observat moltes vegades que les torres que de lluny m’havien semblat rodones, de més a prop em semblaven quadrades, i que els colossos elevats sobre les més altes d’aquestes torres em semblaven petites estàtues en mirar-les de baix estant; i així, en una infinitat d’altres ocasions m’he trobat l’error en els judicis sobre els sentits exteriors. I no pas solament sobre els sentits exteriors, sinó també sobre els interiors: car hi ha una cosa més íntima o més interior que el dolor? I tanmateix he aprés d’altres persones que tenien els braços o les cames tallades que els semblava encara que de vegades sentien el dolor en la part que els havia estat tallada; això cm clonava motiu de pensar que no podia tampoc estar segur de tenir mal en algun deis membres, encara que hi sentís dolor. 

I a aquestes raons de dubtar n’he afegides poc després dues altres de força generals. La primera és que no he cregut mai sentir res estant despert que no pogués també creure sentir de vegades quan dormo; i com que no crec que les coses que em sembla que sento dormint procedeixin d’alguns objectes fora de mi, no veia tampoc per què hauria de tenir aquesta creença respecte d’aquelles que em sembla que sento estant despert. I la segona, que, no coneixent encara, o més ben dit, fingint no conèixer l’autor del meu ésser, no veia res que pogués impedir que hagués estat fet tal per la natura, que m’equivoqués fins i tot en les coses que em semblen més veritables.

 I per les raons que m’havien persuadit abans de la veritat de les coses sensibles no tenia gaire pena de respondre-hi. Car la natura em semblava portar-me a moltes coses de les quals la raó em separava, i així no creia que calgués confiar gaire en els ensenyaments d’aquesta natura. I, encara que les idees que rebo dels sentits no depenen de la meva voluntat, no pensava pas que hom hagi de concloure per això que procedeixen de coses diferents de mi, puix que potser es pot trobar en mi alguna facultat (bé que m’hagi estat fins ara desconeguda) que en sigui la causa, ¡ que les produeixi. 

(Rebuig dels dubtes) 


Però, ara que començo a conèixer-me millor a mi mateix i a descobrir més clarament l’autor del meu origen, no penso de veritat que hagi d’admetre temeràriament totes les coses que els sentits semblen ensenyar-nos, sinó que tampoc no penso pas que les hagi de revocar totes en general en el dubte. 

I primerament, com que sé que totes les coses que concebo clarament i distintament poden ésser produïdes per Déu tal i com jo les concebo, n’hi ha prou que pugui concebre clarament i distintament una cosa sense l’altra, per ésser cert que una és distinta o diferent de l’altra, perquè poden ésser pensades separadament si més no per l’omnipotència de Déu; i no importa per quina potencia es faci aquesta separació, per obligar-me a jutjar-les diferents. I, per tant, justament perquè conec amb certesa que existeixo, i que tanmateix no m’adono que pertanyi necessariament a la meva natura o a la meva essència una altra cosa, llevat que sóc una cosa que pensa, concloc forca be que la meva existència consisteix en això només, que sóc una cosa que pensa, o una substancia la natura o l’essència de la qual no és sinó pensar. I encara que potser (o millor dit certament, com ho diré aviat), jo tinc un cos al qual sóc estretament conjuntat, tanmateix, com d'una banda tinc una idea clara i distinta de mi mateix, en tant que sóc solament una cosa que pensa i no extensa i que d'una altra tinc una idea distinta del cos, en tant que és solament una cosa extensa i que no pensa de cap manera, és cert que aquest jo, és a dir, la meva ànima, per la qual sóc el que sóc, és completament i veritablement distinta del meu cos, i que pot ésser o existir sense ell. 

A més, trobo en mi facultats de pensar, tot particulars i distintes de mi , és a dir, les facultats d’imaginar i sentir, sense les quals puc be concebre’m clarament i distintament tot complet, però no pas elles sense mi, és a dir, sense una substància intel·ligent a la qual són lligades. Car en la noció que tenim d’aquestes facultats o (per servir-me dels termes de l'Escolàstica)  en llur concepte formal, elles inclouen alguna mena d’intel·lecció: d'on jo concebo que són distintes de mi, com les figures, els moviments i els altres modes o accidents del cos ho són dels cossos mateixos que les sostenen. 

Reconec també en mi algunes altres facultats com, canviar de lloc, posar-me en diferents posicions i altres de semblants, que no poden ésser concebudes, més que les precedents, sense alguna substància a la qual estiguin lligades, ni per consegüent existir sense elles; però és molt evident que aquestes facultats, si és veritat que existeixen, han d’ésser relacionades amb alguna substància corporal o extensa, i no pas amb una substància intel·ligent, puix que, en el seu concepte ciar i distint, hi ha ben be alguna mena d’extensió que s’hi troba continguda, però cap intel·ligència. A més es troba en mi una certa facultat passiva de sentir, és a dir, de rebre i conèixer les idees de les coses sensibles; però em seria inútil, i no me’n podria servir de cap manera, si no hi hagués en mi, o en un altre, una altra facultat activa capaç de formar i produir aquestes idees. Ara be, aquesta facultat activa no pot ésser en mi en tant que no sóc més que una cosa que pensa, ates que no pressuposa gens el meu pensament i també que aquestes idees em son representades sovint sense que jo hi contribueixi de cap manera, i fins tot a desgrat meu; cal dones necessariament que sigui en alguna substància diferent de mi, en la qual tota la realitat que és objectivament en les idees que en són produïdes sigui continguda formalment o eminentment (com he notat abans). I aquesta substància és o un cos, és a dir, una natura corporal en la qual és contingut formalment i en efecte tot el que és objectivament i per representació en les idees; o be és Déu mateix o alguna altra criatura més noble que el cos, en la qual es troba això mateix contingut eminentment . 

Ara be, no essent Déu gens enganyador, és ben manifest que no m’envia pas aquestes idees immediatament per ell mateix, ni tampoc mitjançant alguna criatura, dins de la qual llur realitat no sigui pas continguda formalment, sinó solament eminentment251. Car, no havent-me donat cap facultat per a conèixer que això sigui així, sinó al contrari, una gran inclinació a creure que son enviades o que venen de les coses corporals, no veig pas com hom podria excusar-lo de l’engany, si en efecte aquestes idees venien o eren produïdes per unes altres causes que no pas per coses corporals. I per tant cal confessar que hi ha coses corporals que existeixen . 

Tanmateix potser no són pas completament com les percebem pels sentits, car aquesta percepció dels sentits és forca obscura i confusa en moltes coses; però si més no cal admetre que totes les coses que hi concebo clarament i distintament, és a dir, totes les coses, parlant en general, que són compreses en l’objecte de la Geometria especulativa, s’hi troben veritablement. Però pel que fa a les altres coses, les quals o són solament particulars, per exemple, que el sol sigui de tal grandària, i de tal figura, etc., o bé són concebudes menys clarament i menys distintament, com la llum, el so, el dolor, i altres de semblants, és cert que encara que siguin força dubtoses i incertes, tanmateix només del fet que Déu no és pas enganyador, i que per consegüent no ha permès gens que hi pugui haver cap falsedat en les meves opinions, sense que m’hagi donat també alguna facultat capaç de corregir-la, crec poder concloure amb seguretat que tinc en mi els mitjans de conèixer-les amb certesa . 

(Què ens ensenya una naturalesa creada per un Déu que no enganya)

I primerament no hi ha cap dubte que tot el que la natura m’ensenya conté alguna veritat. Car per la natura, considerada en general, no entenc ara altra cosa que Déu mateix, o be l’ordre i la disposició que Déu ha establert en les coses creades. I, per la meva natura en particular, no entenc altra cosa que la complexió o l’encaix de totes les coses que Déu m’ha donat. Ara bé, no hi ha res que aquesta natura m’ensenyi més expressament, ni més sensiblement, sinó que tinc un cos que està mal disposat quan sento el dolor, que té necessitat de menjar o de beure, quan tinc els sentiments de la fam o de la set, etc. I, per tant, no haig de dubtar de cap manera que en això no hi hagi alguna veritat. La natura m’ensenya també per aquests sentiments de dolor, de fam, de set, etc., que no sóc pas solament allotjat dins del meu cos, així com un pilot dins del seu navili, sinó, en lloc d’això, que hi sóc conjuntat molt estretament i tan confós i barrejat, que componc com un sol tot amb  ell. Car, si això no fos així, quan el meu cos és ferit, no sentiria per això dolor, jo que no sóc més que una cosa que pensa, sinó que percebria aquesta ferida per l’enteniment sol, com un pilot percep per la vista si alguna cosa es trenca en el seu vaixell; i, quan el meu cos té la necessitat de beure o de menjar, coneixeria això mateix, sense ésser-ne advertit pels sentiments confusos de fam, de set i de dolor. Car, en efecte, tots aquests sentiments de fam, de set, de dolor, etc., no son altra cosa que certes maneres confuses de pensar, que provenen i depenen de la unió i com de la barreja de l’esperit amb el cos. 

Ultra això, la natura m’ensenya que existeixen molts altres cossos al voltant del meu, entre els quals haig de perseguir-ne uns i defugir els altres. I certament, del fet que sento diferents menes de colors, d’olors, de sabors, de sons, de calor, de duresa, etc., concloc forca be que hi ha en els cossos, d'on provenen totes aquestes diverses percepcions deis sentits, algunes varietats que s’hi corresponen, encara que potser aquestes varietats no siguin en efecte gens semblants. I també del fet que entre aquestes diverses percepcions deis sentits, les unes siguin agradables i les altres desagradables, en puc treure una conseqüència del tot certa, que el meu cos (o més aviat jo mateix tot sencer, en tant que sóc compost del cos i de l’ànima) pot rebre diverses comoditats i incomoditats deis altres cossos que l’envolten. 

Però hi ha moltes altres coses que sembla que la natura m’hagi ensenyat, les quals tanmateix no he rebut veritablement d'ella, sinó que s’han introduït en el meu esperit per un cert costum que tinc de jutjar les coses inconsideradament; i així es pot fàcilment esdevenir que continguin alguna falsedat. Com, per exemple, l’opinió que tinc que tot l’espai en el qual no hi ha res que es mogui, i faci impressió sobre els meus sentits, sigui buit; que en un cos que és calent hi hagi alguna cosa de semblant a la idea de calor que és en mi; que en un cos blanc o negre hi hagi la mateixa blancor o negror que sento; que en un cos amargant o dolç hi hagi el mateix gust o el mateix sabor; i així les altres; que els astres, les torres i tots els altres cossos allunyats siguin de la mateixa figura i grandària que semblen de lluny ais nostres ulls, etc. 

(Precisant conceptes) 


Però, a fi que no hi hagi res en això que jo no concebí distintament, he de definir precisament  que entenc pròpiament quan dic que la natura m’ensenya alguna cosa. Car prenc aquí natura en una significació més estreta que quan l’anomeno un encaix o una complexió de totes les coses que Déu m’ha donat; ates que aquest encaix o complexió compren moltes coses que només pertanyen a l’esperit sol, de les quals no pretenc parlar aquí, en parlar de la natura; com, per exemple, la noció que tinc d’aquesta veritat, que "allò que ha estat fet una vegada no pot no haver estat fet mai", i una infinitat d’altres de semblants, que conec per la llum natural, sense l’ajut del cos, i que ell en compren també moltes altres que no pertanyen més que al cos sol, i no són tampoc aquí gens contingudes sota el nom de natura: com la qualitat que té d’ésser pesant, i d’altres moltes de semblants, de les quals tampoc no parlo, sinó solament de les coses que Déu m’ha donat, com essent compost de l’esperit i del cos. Ara bé, aquesta natura m’ensenya be a defugir les coses que causen en mi el sentiment del dolor, i a dur-me vers aquelles que em comuniquen algun sentiment de plaer; però jo no veig de cap manera que d’aquestes diversos percepcions deis sentits nosaltres n'hagim de concloure res de les coses que son fora de nosaltres, sense que l’esperit les hagi examinades acuradament i amb maduresa. Car es, això em sembla, a l’esperit sol, i no al compost de l’esperit i el cos, que pertoca de conèixer la veritat d’aquestes coses. 

Així, tot i que un estel no faci més impressió en el meu ull que el foc d'una petita espelma, no hi ha tanmateix en mi cap facultat real o natural que em porti a creure que no és més gran que aquest foc, sinó que l’he jutjat així des deis meus primers anys sense cap fonament raonable. I tot i que en apropar-me al foc sento la calor, i fins i tot que apropant-m’hi una mica massa sento el dolor, no hi ha tanmateix cap raó que em pugui persuadir que hi ha en el foc alguna cosa de semblant a aquesta calor, ni tampoc a aquest dolor; sinó que solament tinc raó de creure que hi ha alguna cosa en ell, sigui la que pugui ésser, que excita en mi aquests sentiments de calor o de dolor.

De la mateixa manera també, tot i que hi hagi espais dins deis quals no trobo res que exciti i mogui els meus sentits, no haig pas de concloure per això que aquests espais no continguin en ells algun cos; ans veig que, tant en això com en moltes d’altres coses semblants, m’he acostumat a pervertir i a confondre l’ordre de la natura, perquè aquests sentiments o percepcions deis sentits que no han estat posats en mi sinó per significar al meu esperit quines coses son convenients o nocives al compost del qual és part, i, essent fins aquí  prou clares i prou distintes, me’n serveixo com si fossin unes regles molt certes, per les quals jo pogués conèixer immediatament l’essència i la natura deis cossos que son fora de mi, do la qual nogensmenys no em poden ensenyar res que no sigui forca obscur i confús.

Però ja ho examinat prou abans com, malgrat la sobirana bondat de Déu, s’esdevé que hi hagi falsedat en els judicis d’aquesta mena que faig. Es presenta encara aquí una dificulta! respecte de los coses que la natura m’ensenya que han d’ésser seguides o evitades, i també deis sentiments interiors que ha posat en mi; car em sembla haver-hi notat de vegades l'error i així que sóc enganyat por la meva natura. Com. por exemple, el gust agradable d’alguna vianda en la qual algú haurà barrejat metzina pot convidar-me a prendre aquesta metzina, i així enganyar-me. És veritat tanmateix que en això la natura pot ésser excusada, car ella em duu només a desitjar la vianda en la qual trobo un gust agradable, i no pas a desitjar el verí, el qual li és desconegut; de manera que no puc concloure d’aquí sinó que la meva natura no coneix completament i universalment totes les coses: en la qual cosa no hi ha res de que sorprendre's, puix que l’home, essent d'una natura finita, no pot també tenir més que un coneixement d'una perfecció limitada. 

Però ens enganyem també prou sovint, fins i tot en les coses a les quals som portats directament per la natura, com s’esdevé ais malalts, quan desitgen menjar o beure coses que els poden perjudicar. Hom dirà potser aquí que la causa que s’equivoquin és que la seva natura és corrupta; però això no elimina la dificultat, perquè un home malalt no és menys veritablement la criatura de Déu que l’home que és en plena salut; i, per tant, repugna tant a la bondat divina que tingui una natura enganyadora i fal·lible, com l’altre. I com un rellotge, compost de rodes i contrapesos, no observa menys exactament totes les lleis de la natura, quan està mal fet i no dona bé les hores, que quan satisfà completament el desig de l’artesà; de la mateixa manera, si considero el cos d’un home com una màquina així construïda i composta d’ossos, de nervis, de músculs, de venes, de sang i de pell, que, malgrat que no hi hagués en ell cap esperit, no deixés pas de moure’s de totes les mateixes maneres que ho fa ara, quan no es mou en la direcció de la seva voluntat, ni per consegüent per l’ajut de l’esperit, sinó solament per la disposició deis seus òrgans, reconec fàcilment que seria tan natural a aquest cos, essent, per exemple, hidròpic, sofrir la sequedat de la gola, que té el costum de significar a l’esperit el sentiment de la set, i d’ésser disposat a moure els seus nervis i les seves altres parts de la manera que cal per a beure, i així augmentar el seu mal i perjudicar-se a si mateix, com li és natural, quan no té cap indisposició, d’ésser portat a beure per la seva utilitat per una semblant sequedat de la gola. I tot i que, mirant l’ús al qual ha estat destinat el rellotge pel seu artífex, podria dir que es desvia de la seva natura, quan no marca be les hores; i que de la mateixa manera, considerant la màquina del cos humà com havent estat formada per Déu per tenir en si tols els moviments que tenen el costum de ser-hi, tinc motiu de pensar que no segueix l’ordre de la seva natura, quan la seva gola és seca, i que beure perjudica la seva conservació; reconec tanmateix que aquesta darrera manera d’explicar la natura és molt diferent de l’altra. Car aquesta no és altra cosa que una simple denominació, la qual depèn completament del meu pensament, que compara un home malalt i un rellotge mal fet, amb la idea que tinc d’un home sa i d’un rellotge ben fet, i la qual no significa res que es trobi en la cosa de la qual es diu; enlloc que, per l’altra manera d’explicar la natura, entenc alguna cosa que es troba veritablement en les coses, i per tant que no és sense alguna veritat.

Però certament, tot i que pel que fa al cos hidròpic, això no sigui més que una denominació exterior, quan hom diu que la seva natura és corrupta, ates que, sense tenir necessitat de beure, no deixa de tenir la gola seca i àrida; tanmateix, pel que fa a tol el compost, és a dir, de l’esperit o de l’ànima unida a aquest cos, no és una pura denominació, més aviat un veritable error de la natura, ates que té set, quan li és molt nociu beure; i, per tant, resta encara per examinar com la bondat de Déu no impedeix que la natura de l’home, presa d’aquesta manera, sigui fal·lible i enganyadora. 

(Malgrat la bondat de Déu, la naturalesa està sotmesa a error) 

Per començar dones aquest examen, m’adono aquí, primerament, que hi ha una gran diferència entre l’esperit i el cos, en tant que el cos, per la seva natura, és sempre divisible, i que l’esperit és completament indivisible. Car en efecte, quan considero el meu esperit, és a dir, a mi mateix en tant que jo sóc solament una cosa que pensa, no hi puc distingir cap parí, sinó que em concebo com una cosa sola i sencera. I encara que tot l’esperit sembla ésser unit a tot el cos, tanmateix, si un peu, o un braç, o qualsevol altra part és separada del meu cos, és cert que per això no hi haurà res escurçat al meu esperit. I les facultats de voler, de sentir, de concebre, etc., no poden ésser dites pròpiament les seves parts: car el mateix esperit s’empra tot sencer a voler, i també a sentir, a concebre, etc. Però és tot el contrari en les coses corporals o extenses. Car no n’hi ha cap que no faci fàcilment peces pel meu pensament, que el meu esperit no divideixi forca fàcilment en moltes parts i per consegüent que no conegui com essent divisible. La qual cosa serà suficient per a ensenyar-me que l’esperit o l’ànima de l’home és completament diferent del cos, si d’altra banda no ho hagués aprés prou. M’adono també que l’esperit no rep immediatament la impressió de totes les parts del seu cos, sinó solament del cervell, o potser fins i tot d'una de les seves parts més petites, és a dir, d’aquella on s’exerceix aquesta facultat que anomenen sentit comú, la qual, totes les vegades que està disposada de la mateixa manera, fa sentir la mateixa cosa a l’esperit, tot i que tanmateix les altres parts del cos puguin estar disposades diversament, com ho testimonien una infinitat d’experiències, les quals no cal aquí recordar. M’adono també, ultra això, que la natura del cos és tal, que cap de les seves parts no pot ésser moguda per una part una mica allunyada, d'una manera que no ho pugui ésser també per cadascuna de les parts que són entre totes dues, tot i que aquesta part més allunyada no actuï. Com, per exemple, en la corda A B C D, que és completament tensa, si hom acaba de tibar i moure l’ultima part D, la primera A no serà pas moguda d'una manera diferent, que hom la podria també moure si tibés una de les parts intermèdies, B o C, i la darrera D restés tanmateix immòbil. I de la mateix manera, quan sento dolor al peu, la Física m’ensenya que aquest sentiment es comunica mitjançant els nervis dispersats en el peu, que en trobar-se estesos com cordes des d’allà fins el cervell, quan son tibats al peu, tiben també al mateix temps de l'indret del cervell d'on venen i al qual arriben i hi exciten un cert moviment, que la natura ha instituït per fer sentir el dolor a l’esperit, com si aquest dolor fos al peu. Però, com que aquests nervis han de passar per la cama, per la cuixa, pels ronyons, per l’esquena i pel coll, per estendre’s des del peu fins al cervell, es pot esdevenir que encara que llurs extrems que són al peu no siguin gens moguts, sinó solament algunes de les seves parts que passen pels ronyons o pel coll, això tanmateix exciti els mateixos moviments en el cervell, que hi podrien ésser excitats per una ferida rebuda al peu, per la qual cosa serà necessari que l’esperit senti en el peu el mateix dolor que si hi hagués rebut una ferida. Cal jutjar de manera semblant sobre totes les altres percepcions dels nostres sentits.

En fi, m’adono que, puix que de tots els moviments que es fan a la part del cervell de la qual l’esperit rep immediatament la impressió, cadascun causa només un cert sentiment, hom no pot desitjar ni imaginar res de millor sinó que aquest moviment faci sentir a l’esperit, entre tots els sentiments que és capaç de causar, aquest que és el més propi i el més útil normalment per a la conservació del cos humà, quan és del tot sa. Ara bé, l’experiència ens fa conèixer que tots els sentiments que la natura ens dona son com els acabo de dir; i per tant, no s’hi troba res que no faci aparèixer el poder i la bondat de Déu que els ha produïts.

Així, per exemple, quan els nervis que són en el peu són fortament moguts, passant pel moll de l’espina dorsal fins al cervell, fa una impressió en l’esperit que el fa sentir alguna cosa, és a dir el dolor, com si fos al peu, per la qual l’esperit és advertit i excitat a fer el que pugui per trobar-ne la causa, com molt perillosa i nociva per al peu. 

És veritat que Déu podria establir la natura de l’home de manera tal, que aquest moviment en el cervell fes sentir tota una altra cosa en l’esperit, per exemple, que es fes sentir a si mateix, en tant que és al cervell, o al peu o be en algun altre indret entre el peu i el cervell o en fi qualsevol altra cosa que pugui ésser; però res de tot això no hauria contribuït tan bé a la conservació del cos, com el que li fa sentir.

De la mateixa manera, quan tenim necessitat de beure, neix d’aquí una certa sequedat a la gola, que mou els seus nervis, i per llur mitjà, les parts interiors del cervell; i aquest moviment fa sentir a l’esperit el sentiment de la set, perquè en aquesta ocasió no hi ha res que ens sigui més útil que saber que tenim necessitat de beure, per a la conservació de la nostra salut, i així els altres.

 D'on és completament manifest que, malgrat la sobirana bondat de Déu, la natura de l’home, en tant que és composta de l’esperit i del cos, de vegades no pot no ésser fal·lible i enganyadora.

 Car si hi ha alguna causa que excita no en el peu, sinó en alguna part del nervi que s’estén del peu fins al cervell, o fins i tol en el cervell, el mateix moviment que es fa normalment quan el peu és en mala disposició, hom sentirà el dolor com si fos al peu, i el sentit serà naturalment enganyat; ates que un mateix moviment causa en l’esperit un mateix sentiment, i aquest sentiment és excitat molt més sovint per una causa que fereix el peu que per una altra que és en un altre lloc, és força més raonable que dugui a l’esperit el dolor del peu que el d’alguna altra part. I, tot i que la sequedat a la gola no ve sempre, com normalment, del fet que beure és necessari per a la salut del cos, sinó de vegades d'una causa del tot contrària, com experimenten els hidròpics, tanmateix és molt millor que s’enganyi en aquesta ocasió, que si, al contrari, s’enganyés sempre quan el cos és en bona disposició; i així els altres. 

(Rebuig dels dubtes hiperbòlics i ridículs) 

I certament aquesta consideració em serveix forca, no solament per a reconèixer tots els errors als quals la meva natura és subjecta, sinó també per evitar-los, o per corregir-los més fàcilment: car, sabent que tots els meus sentits em signifiquen més ordinàriament el veritable que el fals, pel que fa a les coses que es refereixen a les comoditats i incomoditats del cos, i podent gairebé sempre servir-me de molts entre ells per a examinar una mateixa cosa, i ultra això, podent usar la meva memòria per lligar i ajuntar els coneixements presents ais passats, i el meu enteniment que ja ha descobert totes les causes deis meus errors, ja no cal que temi en endavant que es trobi falsedat en les coses que em son representades habitualment pels meus sentits. I haig de rebutjar tots els dubtes d’aquests dies passats com a hiperbòlics i ridículs , particularment aquesta incertesa tan general respecte al somni, que no podia distingir de la vetlla: car en el present trobo una notable diferència, en el fet que la nostra memòria no pot lligar i ajuntar els nostres somnis els uns amb els altres i amb el seguit de la nostra vida, com té el costum d’ajuntar les coses que ens esdevenen quan estem desperts. I, en efecte, si algú, mentre estic despert, se m’aparegués de sobte i desaparegués igual, com fan les imatges que veig dormint, de manera que no pogués adonar-me ni d'on venia, ni on anava, no seria pas sense raó que estimaria que és un espectre o un fantasma format dins del meu cervell, i semblant als que s’hi formen quan dormo, més que no pas un veritable home.  Però quan percebo coses de les quals conec distintament el lloc d'on venen, i el lloc on són, i el temps en el qual se m’apareixen, i que, sense cap interrupció, jo puc lligar el sentiment que en tinc amb el seguit de la resta de la meva vida, estic completament segur que les percebo en la vetlla, i no pas en el somni. I no haig de dubtar de cap manera de la veritat d’aquestes coses, si després d’haver cridat tots els meus sentits, la meva memòria i el meu enteniment per a examinar-les, res no m’ha estat dit per cap d’ells, que sigui repugnant al que em diuen els altres. Car del fel que Déu no és enganyador, se’n segueix necessàriament que en això no sóc pas enganyat. 

Però, com que la necessitat deis afers ens obliga sovint a decidir-nos, abans que hàgim tingut el lleure d’examinar-los prou acuradament, cal admetre que la vida de l’home és subjecta a equivocar-nos forca sovint en les coses particulars, i, en fi, cal reconèixer la fragilitat i la feblesa de la nostra natura.


Bibliografia: 
BOSCH VECIANA, Antoni i altres autors: Atena. Lectures de filosofia batxillerat 2012-2013. Editorial La Magrana: Barcelona 2012 (pàgines 149-166)


Webgrafia: 
http://blocs.xtec.cat/enraonar/files/2011/08/DESCARTES-MEDITACIONS-METAF%C3%8DSIQUES.pdf
http://image.slidesharecdn.com/descartes3-100116042136-phpapp02/95/descartes-3-9-728.jpg?cb=1263637321