lunes, 11 de enero de 2016

DESCARTES: LAS TRES SUBSTANCIAS, PENSANTE, INFINITA Y EXTENSA (REGLA DE LA ENUMERACIÓN)

DESCARTES: 

LAS TRES SUBSTANCIAS, PENSANTE, INFINITA Y EXTENSA (REGLA DE LA ENUMERACIÓN)

 

 

Entre las ideas innatas se encuentra, según Descartes, la idea de sustancia. Por sustancia entiende aquella realidad permanente y estable que existe por sí misma, con independencia de cualquier otra cosa y que sirve de base a las diversas cualidades. No tenemos noticia de la idea de sustancia por la experiencia sensible (por lo que los empiristas negarán su validez), pero eso lo que demuestra es que es una idea innata, una idea que pertenece a la propia razón.
Nuestro pensamiento descubre la idea no de una sustancia, sino de tres tipos de sustancia: pensante, extensa e infinita.

En primer lugar descubrimos la idea de sustancia pensante, el yo que hemos encontrado como primera evidencia indudable de nuestra búsqueda. Pero ese descubrimiento no nos permite salir de nosotros mismos. Soy pensamiento y tengo pensamientos. En eso consiste mi ser o sustancia. No obstante, no puedo saber si esos pensamientos se corresponden con alguna cosa fuera de mí mismo. No sé con certeza, por ejemplo, si, además de pensamiento tengo cuerpo.
 

Esa idea, la de cuerpo, la de sustancia extensa, que correspondería a los objetos exteriores, es la segunda de las ideas que Descartes considera innatas. La característica que define esta idea es la extensión, la propiedad de coupar un espacio.
 

Pero que tengamos la idea de sustancia extensa en nuestra mente no demuestra que los cuerpos tengan realmente una existencia fuera de nosotros. El puente por el cual Descartes conseguirá pasar del mundo de la conciencia al mundo exterior, del pensamiento a la realidad, será la tercera manifestación de la idea de sustancia que Descartes descubre en el análisis de su conciencia: la sustancia infinita, la idea de Dios.
 

Sustancia propiamente hablando sólo lo es Dios, ya que la existencia de la sustancia pensante y de la sustancia extensa se deben a que Dios las mantiene en la existencia. Los atributos de cada una de las 3 sustancias están recogidos en su nombre: el atributo del yo es el pensamiento, el de la materia la extensión, el de Dios la perfección.
 

El DUALISMO CARTESIANO Y SUS CONSECUENCIAS
 

En el análisis de la conciencia hemos descubierto que el pensamiento es incorpóreo. La naturaleza de lo sensible, en cambio, consiste en su extensión. Así pues, estamos ante una concepción dualista del ser humano: somos una mente o espíritu (sustancia pensante) distinta y hasta cierto punto independiente, de nuestro cuerpo material (sustancia extensa)
 
Pero, de tan distintas como Descartes las ha concebido, no se encuentra la manera de poner en contacto las dos sustancias. ¿Cómo puede influir el pensamieno sobre la extensión y viceversa?
Descartes se referirá a la glándula pineal, en la base del cerebro, como punto de encuentro entre ambas, pero esa solución no es satisfactoria. Decir que esta relación se produce en un lugar determinado, pero no explicar cómo dos sustancia tan radicalmente distintas pueden interactuar, no resuelve nada.
Posteriormente, Leibniz optará por la acción mediadora de la sustancia infinita: es Dios quién pone en conexión cuerpo y alma. Spinoza, en cambio, eliminará el problema renunciando al dualismo y considerando cuerpo y alma como amnifestaciones de una misma sustancia única que es Dios. 

Webgrafia:

http://filosofialarraona.wikispaces.com/Descartes,+las+tres+sustancias,+resumen 

http://www.pensament.com/filoxarxa/imatges/tres-susbtancies

DESCARTES: LA IDEA INNATA DE DIOS Y LOS DOS ARGUMENTOS QUE AFIRMAN SU EXISTENCIA. (REGLA DE LA SÍNTESIS)

DESCARTES:

 LA IDEA INNATA DE DIOS Y LOS DOS ARGUMENTOS QUE AFIRMAN SU EXISTENCIA.

(REGLA DE LA SÍNTESIS) 


La idea innata de Dios y los dos argumentos que demuestran su existencia objetiva.
Al examinar la idea innata de Dios ─idea que, desde el plano subjetivo, denota un ser infinito, omnipotente, omnisciente y sumamente bondadoso, el cual existe por sí mismo y del cual depende nuestra existencia y la del resto del mundo─, Descartes descubre que esta idea no sólo existe de manera subjetiva, sino también objetivamente.
A) Primer argumento sobre la existencia de Dios.
En efecto, la idea de Dios es una idea innata, pues, según Descartes, no puede proceder de los sentidos, ya que éstos jamás han percibido algo tan perfecto en el mundo exterior. Ahora bien, aunque pertenece a nuestro entendimiento por nacimiento, es evidente que alguien ha tenido que poner esta idea en nosotros al crearnos, pues si procediera de nuestra conciencia no se podría explicar por qué tal idea denota más realidad y perfección de la que hay en nosotros mismos. Efectivamente, la causa de una idea debe de tener por lo menos tanta realidad y perfección como ella mismaEs evidente que el “yo” de mi ser ─dirá Descartes─ no es ni infinito, ni omnipotente, ni omnisciente, etc. Por lo tanto, una idea como la de Dios sólo puede provenir de Él mismo, pues, en caso contrario, si la idea de un ser así procediese de mí, habría que concluir que “yo” soy infinito, omnipotente, omnisciente,... y eso no es ciertoAsí, pues, sólo la existencia objetiva de Dios puede explicar la existencia de la idea de Dios que hay en nosotros.
«Bajo el nombre de Dios entiendo una sustancia infinita, eterna, inmutable, independiente, omnisciente, omnipotente, por la cual yo mismo y todas las demás cosas que existen (si existen algunas) han sido creadas y producidas. Ahora bien: tan grandes y eminentes son estas ventajas, que cuanto más atentamente las considero, menos me convenzo de que la idea que de ellas tengo puede tomar su origen en mí. Y, por consiguiente, es necesario concluir de lo anteriormente dicho que Dios existe; pues si bien hay en mí la idea de la sustancia, siendo yo una, no podría haber en mí la idea de una sustancia infinita, siendo yo un ser finito, de no haber sido puesta en mí por una sustancia que sea verdaderamente infinita»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación tercera.
«[...] para que una idea contenga tal realidad objetiva en vez de tal otra, debe sin duda haberla recibido de alguna causa, en la que habrá, por lo menos, tanta realidad formal como hay realidad objetiva en la idea»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación tercera.
B) Segundo argumento: argumento ontológico sobre la existencia de Dios.
Este segundo argumento, conocido como prueba ontológica, fue ya empleado por san Anselmo. Descartes, por lo tanto, se limita a plantearlo de nuevo tal y como sigue. Al igual que no puede concebirse un triángulo donde la suma de sus tres ángulos sea distinta de 180º, ni una montaña sin su valle, tampoco se puede pensar a Dios desprovisto de existencia, pues en Él esencia y existencia son inseparables. Por ello, siendo la idea de Dios la única en cuya esencia va unida su existencia, ¿cómo no podría existir Dios y, aun así, ser pensado?
«[...] encuentro manifiestamente que es tan imposible separar de la esencia de Dios su existencia, como de la esencia de un triángulo rectilíneo el que la magnitud de sus tres ángulos sea igual a dos rectos, o bien de la idea de una montaña la idea de un valle; de suerte que no hay menos repugnancia en concebir un Dios, esto es, un ser sumamente perfecto, a quien faltare la existencia, esto es, a quien faltare una perfección, que en concebir una montaña sin valle. Pero aun cuando efectivamente no pueda yo concebir a Dios sin la existencia, como tampoco una montaña sin valle, sin embargo, porque yo conciba una montaña con valle, no por eso se infiere en consecuencia que exista montaña alguna en el mundo; del mismo modo, pues, aunque yo conciba a Dios como existente, no se sigue por ello, al parecer, que Dios exista [...]. Mas ello no es así ni mucho menos; aquí es donde hay un sofisma oculto, bajo la apariencia de esa objeción, pues porque yo no pueda concebir una montaña sin valle, no se infiere que halla en el mundo montaña y valle, sino sólo que la montaña y el valle, existan o no, son inseparables una de otro; mientras que, puesto que no puedo concebir a Dios sino como existente, se infiere que la existencia es inseparable de Él y, por lo tanto, que existe verdaderamente»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación quinta.

Webgrafia: 
http://lotofagos-island.blogspot.com.es/2013/05/descartes-de-las-ideas-innatas-la.html

DESCARTES: DEL SOLIPSISMO A LAS IDEAS INNATAS (REGLA DEL ANÁLISIS)

DESCARTES:

 DEL SOLIPSISMO A LAS IDEAS INNATAS (REGLA DEL ANÁLISIS)

 

Escapando del solipsismo.
Tras alcanzar la certeza fundamental, a saber, “yo pienso; yo existo”, Descartes corre el riesgo de quedar estancado en el solipsismo, pues podría suceder que el “yo” no pudiera dar cuenta de la existencia de todo aquello que se supone ajeno y externo a él mismo. Ciertamente, nuestro entendimiento opera con ideas cuya existencia subjetiva no puede ser puesta en duda, mas ¿hemos de decir lo mismo de aquello que representan tales ideas? Es decir, ¿representan nuestras ideas realidades objetivas e independientes de nuestra conciencia?
«[...] en lo que concierne a las ideas, si se consideran solamente en sí mismas, sin referencia a otra cosa, no pueden, hablando con propiedad, ser falsas, pues ora imagine una cabra o una quimera, no es menos cierto que imagino una u otra. [...] el error principal y más ordinario que puede encontrarse [...] es juzgar que las ideas, que están en mí, son semejantes o conformes a cosas que están fuera de mí»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación tercera.
Para responder a este interrogante Descartes se propone examinar la naturaleza de las ideas distinguiéndolas en función de su procedencia.
Ideas innatas, adventicias y artificiales.
De acuerdo con su procedencia, Descartes reconoce tres clases de ideas: a) las ideas innatas, nacidas en el “yo” junto con la conciencia ─tales como la idea de Dios, la de conciencia (res cogitans) y la de cuerpo (res extensa)─; b) las ideas adventicias, que llegan al entendimiento a través de los sentidos; y c) las ideas artificiales, construidas quimérica y arbitrariamente por el sujeto por combinación de otras ideas.
«Pues bien: entre esas ideas unas me parecen nacidas conmigo, y otras extrañas y oriundas de fuera, y otras hechas e inventadas por mí mismo. Pues si tengo la facultad de concebir qué sea lo que, en general, se llama cosa o verdad o pensamiento, paréceme que no lo debo sino a mi propia naturaleza; pero si oigo ahora un ruido, si veo el sol, si siento el calor, he juzgado siempre que esos sentimientos procedían de algunas cosas existentes fuera de mí; y, por último, me parece que las sirenas, los hipogrifos y otras fantasías por el estilo son ficciones o invenciones del espíritu»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación tercera.
Todas éstas, aunque no difieren entre sí desde el punto de vista de su realidad subjetiva, ¿podrían hacerlo en cuanto a la realidad objetiva de aquello que representan? Ciertamente, la realidad objetiva de aquello que representan las ideas adventicias y artificiales puede ser puesta en duda perfectamente, pues Descartes, en ese momento de su exposición, aún no ha demostrado la existencia objetiva del mundo. Pero ¿y las ideas innatas? ¿Existe la posibilidad de que alguna de éstas exista independientemente de nuestro pensamiento?
«[...] si la realidad o perfección objetiva de alguna de mis ideas es tanta que claramente conozco que esa misma realidad o perfección no está en mí formal o eminentemente, y, por consiguiente, que no puedo ser yo mismo la causa de esa idea, se seguirá necesariamente que no estoy solo en el mundo, sino que hay alguna otra cosa que existe y es causa de esa idea»; Descartes, Meditaciones metafísicas, meditación tercera.
La idea innata de Dios y los dos argumentos que demuestran su existencia objetiva.
Al examinar la idea innata de Dios ─idea que, desde el plano subjetivo, denota un ser infinito, omnipotente, omnisciente y sumamente bondadoso, el cual existe por sí mismo y del cual depende nuestra existencia y la del resto del mundo─, Descartes descubre que esta idea no sólo existe de manera subjetiva, sino también objetivamente.
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